Los sacos de arpillera

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Ilustración del relato Los sacos de arpillera

Esta es la historia de una princesa que tenía dos cabezas. Sucedió hace mucho tiempo, en un reino muy lejano. La princesa creció en las sombras del enorme palacio, hasta que llegó el momento de contraer matrimonio; siendo hija única y huérfana de madre, el Rey necesitaba desposarla o su reino quedaría sin heredero, tenía miedo de que la deformidad de su hija pusiera punto final a su noble linaje.

La princesa era joven y hermosa, sus facciones eran tiernas y sus mejillas rollizas. Sin embargo, a su lado, crecía una segunda cabeza, de una fealdad horripilante y unos ojos negros que aterraban.

La princesa usaba un saco de arpillera que servía para ocultar la fealdad de su segunda cabeza, pero todos los pretendientes, fueran de la nobleza o de la realeza, huían despavoridos al ver el saco agitarse y los extraños ruidos que de él provenían.

La suerte de la desdichada princesa cambió el día en que le anunciaron la visita de un príncipe que estaba dispuesto a desposarse con ella y juntar su reino con el suyo.

—Pero ¿sabe él de mi condición? —preguntó la bella princesa.
—Sí, hija —le respondió el Rey—. Dicen que el príncipe sufre la misma deformidad que tú.

A su llegada tras el largo viaje, el príncipe fue recibido con todos los honores. La princesa se sonrojó al ver lo atractivo que era. Fue amor a primera vista. Ocultaba él también su segunda cabeza en un saco de arpillera.

El príncipe y la princesa celebraron una gran boda y fueron felices para siempre.
Nunca supieron lo que ocurría por las noches en sus aposentos.

Comenzó la noche de bodas, tras consumar su unión, ambos cayeron en un profundo y plácido sueño. Los sacos de arpillera comenzaron a moverse sobre el lecho nupcial. Ambos sacos cedieron con el roce de la cama, y la segunda cabeza de la princesa y la segunda cabeza del príncipe se miraron, se conocieron, entablaron conversación.

Ninguno repudió al otro por su fealdad; ambos encontraban injusto el hecho de vivir una eterna noche durante el día y el duro material de los sacos que les arañaba la cara y les dificultaba la respiración. Fantaseaban juntos con hacerse con el poder. La segunda cabeza del príncipe mordería la nariz de la princesa. La segunda cabeza de la princesa mordería la nariz del príncipe, y apretarían hasta que les fuera cedido el trono y el liderazgo del reino. Al fin y al cabo, ¿quién había decidido que ellos eran “la segunda cabeza”, en lugar de la primera? Ellos desde luego no.

Pero ambos coincidieron en que las estiradas gentes de la corte eran insoportables, y los protocolos y las obligaciones reales una cárcel un poco más bonita, pero no mucho más agradable que sus sacos de arpillera.

Durante el día, las cabezas seguían ocultas a los ojos del mundo, contando en silencio los segundos que faltaban para que el príncipe y la princesa se acostaran en el lecho nupcial.

Todas y cada una de las noches las cabezas se encontraban y así fueron felices, susurrándose desde la caída del sol hasta la llegada del alba, cada noche hasta el ocaso de sus días.

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Portada de la bitácora creativa del relato «Los sacos de arpillera»

Bitácora creativa — Nº 1

Cuando tus monstruos encuentran lectores

Si alguna vez te has preguntado cómo se escribe un relato ganador o qué hay detrás de una historia como «Los sacos de arpillera», en esta bitácora cuento el origen del cuento, la princesa de dos cabezas de los márgenes del libro de texto y las decisiones que lo llevaron hasta el premio.

Es una lectura más íntima y en voz baja, pensada para quienes disfrutan de entrar en la cocina del texto y ver cómo se transforman los monstruos en relato.

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